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¿Qué diferencias hay entre el judaísmo y el cristianismo?

Diferencias entre el judaísmo y el cristianismo

El judaísmo y el cristianismo son dos religiones monoteístas con raíces comunes en la historia y la cultura del pueblo judío. A pesar de sus vínculos históricos y culturales, estas dos religiones tienen diferencias significativas en sus creencias y prácticas. El cristianismo toma la tradición judía para continuarla, pero el pueblo judío desestima la creencia de que Jesús sea el mesías. En este artículo, exploraremos algunas de las principales diferencias entre el judaísmo y el cristianismo, incluyendo sus orígenes, sus enseñanzas centrales y sus prácticas religiosas. La idea principal es poder comprender las diferencias para poder apreciar la riqueza y la diversidad de la historia y la cultura religiosa de nuestro mundo.

El monoteísmo y la Santísima Trinidad

El cristianismo enseña que Dios es una Trinidad de tres personas en una sola divinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esto significa que Dios es uno en esencia, pero se manifiesta en tres personas distintas. Los cristianos creen que Jesús es el Hijo de Dios y que el Espíritu Santo es una presencia activa en el mundo que guía y ayuda a los creyentes.

Por otro lado, el judaísmo enseña la existencia de un solo Dios, quien es omnipotente, omnisciente y omnipresente. Los judíos creen que Dios es el creador del universo y que es el único Dios verdadero. No se divide en tres personas distintas como en el cristianismo, sino que se considera una sola entidad indivisible.

La Santísima Trinidad

En el cristianismo, la creencia en la Santísima Trinidad es una de las enseñanzas centrales de la fe. Los cristianos creen que Dios es una sola esencia, pero se manifiesta en tres personas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Cada una de estas personas tiene su propia identidad y roles en la Trinidad, pero todas ellas son igualmente divinas y comparten la misma esencia.

El Padre es la fuente de toda la divinidad y es considerado el creador del universo. El Hijo es Jesús, quien se encarnó como hombre y murió por nuestros pecados para dar acceso a la vida eterna. El Espíritu Santo es una presencia activa en el mundo que guía y ayuda a los creyentes.

Los cristianos creen que la Trinidad es un misterio que trasciende el entendimiento humano y que solo puede ser comprendido por la fe. Aunque es difícil entender cómo puede haber una sola esencia divina que se manifiesta en tres personas distintas, los cristianos creen que esto es posible porque Dios es un ser sobrenatural y trascendental que no está sujeto a las leyes y limitaciones de este mundo.

En el judaísmo, por otro lado, se cree en la existencia de un solo Dios, quien es indivisible y no se divide en tres personas distintas como en el cristianismo. Los judíos creen que Dios es el creador del universo y es el único Dios verdadero. No aceptan a Jesús como el Hijo de Dios ni al Espíritu Santo como una persona divina, sino que lo ven como un simple líder religioso judío.

¿Existen pasajes del Nuevo Testamento en los cuales Jesús le hable a su Padre?

Sí, hay varios pasajes del Nuevo Testamento en los que Jesús le habla a Dios, a quien los cristianos llaman «Padre». Algunos ejemplos incluyen:

Lucas 22:42: «Padre, si quieres, aparta de mí este trago amargo; pero no se haga mi voluntad sino la tuya».

Juan 17:1-5: «Padre, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Como le has dado autoridad sobre toda carne, para que a todos los que le diste, les dé vida eterna. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado. Yo te he glorificado en la tierra, he llevado a cabo la obra que me diste para hacer. Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti mismo con la gloria que tuve contigo antes que el mundo fuera».

Mateo 11:25-26: «Padre, Señor del cielo y de la tierra, te doy gracias porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te agradó».

En estos y otros pasajes, Jesús demuestra su relación íntima y personal con Dios, a quien él llama «Padre». Esto es consistente con la creencia cristiana de que Jesús es el Hijo de Dios y que ambos comparten la misma esencia divina.

Los Libros Sagrados

El judaísmo tiene como libro sagrado el Tanaj, también conocido como la Biblia hebrea. El Tanaj es una colección de textos sagrados que incluye el Antiguo Testamento de la Biblia cristiana. El Tanaj está dividido en tres secciones: la Torah (también conocida como el Pentateuco), los Profetas y los Escritos. La Torah es el libro sagrado principal del judaísmo y contiene las leyes y normas que guían la vida judía.

El cristianismo, por otro lado, tiene como libro sagrado la Biblia, que incluye tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento es similar al Tanaj judío y contiene textos sagrados que se consideran parte de la historia y la tradición judía. El Nuevo Testamento, por otro lado, contiene los escritos de los primeros cristianos y describe la vida, enseñanzas y milagros de Jesús. Los cristianos creen que el Nuevo Testamento es una revelación divina y que proporciona una guía para vivir según los principios cristianos.

El Tanaj

El Tanaj es el libro sagrado del judaísmo y es también conocido como la Biblia hebrea. El Tanaj es una colección de textos sagrados que incluye el Antiguo Testamento de la Biblia cristiana. El Tanaj está dividido en tres secciones: la Torah (también conocida como el Pentateuco), los Profetas y los Escritos.

La Torah es el libro sagrado principal del judaísmo y contiene las leyes y normas que guían la vida judía. La Torah incluye los cinco libros de Moisés: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Estos libros cuentan la historia de la creación del mundo, del éxodo de los judíos de Egipto y de la revelación divina en el Monte Sinaí. Además, contienen leyes y normas que guían la vida judía, como las leyes sobre la oración, el ayuno, el Shabbat y las fiestas judías.

Los Profetas incluyen también los libros de los profetas mayores (Isaías, Jeremías, Ezequiel y Oseas) y los profetas menores (Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías). Estos libros contienen las profecías y enseñanzas de los profetas judíos y hablan de la relación de Dios con su pueblo y con el mundo. Los profetas judíos eran líderes espirituales y políticos que recibieron mensajes de Dios y los transmitieron al pueblo judío para guiarlos y corregirlos.

Los Escritos incluyen también los libros históricos del Antiguo Testamento (Josué, Jueces, Rut, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes y 1 y 2 Crónicas), los libros poéticos (Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés y Canción de Salomón) y los libros apócrifos (libros que no están incluidos en el Tanaj judío, pero que algunas tradiciones cristianas incluyen en la Biblia). Los libros históricos cuentan la historia del pueblo judío desde la época de Josué hasta la destrucción del Templo de Jerusalén. Los libros poéticos incluyen algunos de los textos más conocidos y más leídos del Antiguo Testamento, como los Salmos y la Canción de Salomón. Los libros apócrifos son textos que algunas tradiciones cristianas incluyen en la Biblia, pero que no están considerados sagrados por el judaísmo.

El Nuevo Testamento

El Nuevo Testamento incluye los escritos de los primeros cristianos y describe la vida, enseñanzas y milagros de Jesús. El Nuevo Testamento está dividido en cuatro libros: los Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), los Hechos de los Apóstoles, las Cartas (también conocidas como Epístolas) y el Apocalipsis. Los Evangelios cuentan la historia de la vida de Jesús y sus enseñanzas. Los Hechos de los Apóstoles relatan la historia de la expansión del cristianismo en el primer siglo después de Jesús. Las Cartas son escritos de los apóstoles y otros líderes cristianos que dan instrucciones y enseñanzas a las iglesias cristianas de la época. El Apocalipsis es un libro profético que describe la venida final de Jesús y el fin del mundo.

La Biblia es considerada una revelación divina para los cristianos y proporciona una guía para vivir según los principios cristianos. Los cristianos creen que la Biblia es la palabra de Dios y que contiene la verdad absoluta. Por lo tanto, muchos cristianos tratan de vivir de acuerdo a lo que dice la Biblia y buscan su guía y orientación en su vida diaria.

Jesús

Los judíos no aceptan a Jesús como el Mesías y lo ven como un simple líder religioso judío. Para los judíos, el Mesías es un líder espiritual y político que está destinado a llevar a cabo la redención de Israel y a establecer el reino de Dios en la Tierra. Los judíos esperan que el Mesías venga algún día y lidere a su pueblo a la victoria y a la prosperidad. Sin embargo, los judíos no creen que Jesús sea el Mesías y lo ven como un líder religioso judío más, sin ninguna conexión divina especial.

Los cristianos, por otro lado, creen que Jesús es el Hijo de Dios y que murió por nuestros pecados para dar acceso a la vida eterna. Los cristianos creen que Jesús es el Mesías y que vino a la Tierra para cumplir las profecías judías y para traer la salvación a todos los seres humanos. Los cristianos creen que Jesús es el Hijo de Dios y que es una de las tres personas de la Trinidad divina (Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo). Los cristianos creen que Jesús es el único camino para llegar a Dios y para obtener la vida eterna y que por medio de él podemos tener una relación personal con Dios.

Concilios vaticanos sobre la Santísima Trinidad

Los concilios son asambleas ecuménicas de obispos y otros líderes de la Iglesia que se reúnen para debatir y resolver cuestiones de fe y disciplina. Los concilios han sido una parte importante de la historia de la Iglesia Católica y han influenciado en gran medida la enseñanza y la práctica de la fe católica.

Hay varios concilios que han tratado sobre la Santísima Trinidad y han contribuido a la comprensión de esta doctrina central de la fe católica. Uno de los concilios más importantes sobre la Santísima Trinidad fue el Concilio de Nicea (325 d.C.), que se reunió para condenar el arrianismo, una herejía que negaba la divinidad del Hijo de Dios. El Concilio de Nicea proclamó que el Hijo de Dios es coeterno y de la misma naturaleza que el Padre, y que la Santísima Trinidad es un solo Dios.

Otro concilio importante sobre la Santísima Trinidad fue el Concilio de Constantinopla (381 d.C.), que se reunió para condenar el apolinarismo, una herejía que negaba la humanidad del Hijo de Dios. El Concilio de Constantinopla proclamó que el Hijo de Dios es completamente Dios y completamente humano y que la Santísima Trinidad es un solo Dios.

También hay otros concilios que se han pronunciado sobre la Santísima Trinidad, incluyendo el Concilio de Calcedonia (451 d.C.) y el Concilio de Constantinopla II (553 d.C.). Estos concilios han contribuido a la comprensión de la Santísima Trinidad y han defendido su ortodoxia contra herejías y errores.

El Concilio de Nicea (325 d.C.)

El Concilio de Nicea fue un concilio ecuménico de obispos y líderes de la Iglesia que se reunió en Nicea (actualmente Isnik, Turquía) en el año 325 d.C. El Concilio de Nicea fue convocado por el emperador romano Constantino el Grande y se considera uno de los concilios más importantes de la historia de la Iglesia.

El Concilio de Nicea se reunió para condenar el arrianismo, una herejía que negaba la divinidad del Hijo de Dios. Los arrianos sostenían que el Hijo de Dios era un ser creado y no coeterno con el Padre. Esta herejía había ganado popularidad en algunas partes del Imperio Romano y el emperador Constantino quería unificar la Iglesia y eliminar cualquier división.

El Concilio de Nicea adoptó el Símbolo de la Fe, también conocido como el Credo de Nicea, que afirma la divinidad del Hijo de Dios y su coeternidad con el Padre. El Concilio de Nicea también proclamó que la Santísima Trinidad es un solo Dios y que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.

El Concilio de Nicea tuvo un gran impacto en la historia de la Iglesia y sus decisiones fueron aceptadas por la mayoría de los cristianos de la época. Aunque el arrianismo persistió durante algún tiempo después del Concilio de Nicea, finalmente fue condenado y rechazado por la Iglesia. El Concilio de Nicea es considerado uno de los concilios más importantes de la historia de la Iglesia y sus enseñanzas son una parte fundamental de la fe católica y ortodoxa.

El Concilio de Constantinopla (381 d.C.)

El Concilio de Constantinopla se reunió para condenar el apolinarismo, una herejía que negaba la humanidad del Hijo de Dios. Los apolinaristas sostenían que el Hijo de Dios era completamente Dios y que no tenía una verdadera humanidad. Esta herejía había ganado popularidad en algunas partes del Imperio Romano y el emperador Teodosio quería unificar la Iglesia y eliminar cualquier división.

El Concilio de Constantinopla proclamó que el Hijo de Dios es completamente Dios y completamente humano y que la Santísima Trinidad es un solo Dios. También aprobó el Símbolo de la Fe, también conocido como el Credo de Constantinopla, que afirma la divinidad del Hijo de Dios y su coeternidad con el Padre. El Concilio de Constantinopla también proclamó que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.

El Concilio de Calcedonia (451 d.C.)

El Concilio de Calcedonia fue un concilio ecuménico de obispos y líderes de la Iglesia que se reunió en Calcedonia (actualmente Kadıköy, Turquía) en el año 451 d.C. El Concilio de Calcedonia fue convocado por el emperador romano Teodosio II y se considera uno de los concilios más importantes de la historia de la Iglesia.

El Concilio de Calcedonia se reunió para condenar el monofisismo, una herejía que negaba la doble naturaleza humana y divina del Hijo de Dios. Los monofisistas sostenían que el Hijo de Dios tenía una sola naturaleza, la divina, y que no tenía una verdadera humanidad. Esta herejía había ganado popularidad en algunas partes del Imperio Romano y el emperador Teodosio quería unificar la Iglesia y eliminar cualquier división.

El Concilio de Calcedonia proclamó que el Hijo de Dios es completamente Dios y completamente humano y que las dos naturalezas están unidas en una sola persona. También aprobó el Símbolo de la Fe, también conocido como el Credo de Calcedonia, que afirma la divinidad del Hijo de Dios y su coeternidad con el Padre. El Concilio de Calcedonia también proclamó que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.

El Concilio de Constantinopla II (553 d.C.)

El Concilio de Constantinopla II se reunió para condenar el nestorianismo, una herejía que negaba la unidad de la persona del Hijo de Dios. Los nestorianos sostenían que el Hijo de Dios tenía dos personas, una divina y otra humana, y que no eran una sola persona. Esta herejía había ganado popularidad en algunas partes del Imperio Romano y el emperador Justiniano quería unificar la Iglesia y eliminar cualquier división.

El Concilio de Constantinopla II proclamó que el Hijo de Dios es una sola persona con dos naturalezas, divina y humana, que están unidas en una sola persona. También aprobó el Símbolo de la Fe, también conocido como el Credo de Constantinopla II, que afirma la divinidad del Hijo de Dios y su coeternidad con el Padre. El Concilio de Constantinopla II también proclamó que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.

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